sábado, 17 de julio de 2010

La Santificación III


                         
  Por A. A. Hodge (Revisado por B. B. Warfield)

(4) La obra continúa con varios grados de rigurosidad durante la vida, pero nunca se consuma en la absoluta perfección moral hasta que el sujeto pasa a la gloria.
En oposición a esta doctrina se ha enseñado una teoría de la santificación perfecta en esta vida desde varios puntos de vista distintos.
1. Según los principios del Pelagianismo, es perfecto un hombre que obedece las leyes de Dios hasta la medida de su habilidad natural presente, dado que la ley moral es una escalera levadiza, ajustando sus demandas a las variadas habilidades de su sujeto; y esto es posible para cada hombre.
2. Según la idea Mística, la perfección consiste en la absorción en la esencia divina, o, en una forma menos extrema, en la absorción de los deseos y la voluntad humana en la voluntad divina, en un amor desinteresado; y esto puede ser alcanzado por cualquiera a través de un persistente desprendimiento del yo y la meditación en Dios.
3. Según la teoría Romana o Ritualista, la perfección consiste en la perfecta conformidad a la ley de Dios, ajustada por la gracia misericordiosa de Cristo a las capacidades del hombre regenerado en esta vida; y esta perfección se alcanza por medio de las obras meritorias y las penitencias, las oraciones, los ayunos, los actos voluntarios de autonegación, y la obediencia eclesiástica.
Esto no solamente se halla al alcance de los hombres, pero es así incluso en el *rendimiento de un servicio supererogatorio en la forma de una auto-negación extra legal a partir de un principio de amor evangélico.
4. La teoría Wesleyana de la perfección concibe que la satisfacción y el mérito de Cristo han hecho que sea consistente con la justicia divina el ofrecerles salvación a los hombres en términos más fáciles que la antigua ley Adámica de perfección absoluta; y esa perfección se alcanza cuando se ha cumplido con estos términos aminorados. El carácter Cristiano se valora por las condiciones del evangelio; la perfección Cristiana implica el desempeño perfecto de estas condiciones, y nada más.


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